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Saludo Miércoles 27 de Mayo

Queridos profesores y familias:

Seguimos con la explicación de los dones del Espíritu Santo. Hoy toca hablar el don de consejo, para lo cual empezamos trayendo a colación diversos textos de la Sagrada Escritura:

“Mis pensamientos no son sus pensamientos, ni mis caminos son sus caminos” (Is. 55,8). “Envía (Señor) tu luz y tu verdad, que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada” (Sal. 43,3). “Yo siempre estaré contigo (Señor), tú has tomado mi mano derecha, me guías según tus planes, y me llevas a un destino glorioso” (Sal. 73,23-24). “Lámpara es tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero” (Sal. 118,105). “El Señor me aconseja, hasta de noche me instruye internamente” (Sal 16, 7). “Pido (a Dios) que su caridad crezca más y más en conocimiento y en toda discreción, para que sepan discernir mejor y sean puros e irreprensibles en el Día de Cristo” (Flp. 1,9-10). “Amadísimos, no crean a cualquier espíritu, sino examinen los espíritus, para saber si proceden de Dios” (1Jn. 4,1).

El don de consejo es aquel que atiende a la dirección de las acciones particulares. Es una luz por la cual el Espíritu Santo muestra lo que se debe hacer en el lugar y en las circunstancias presentes. Lo que la sabiduría, la fe y la ciencia enseñan en general, el don de consejo lo aplica en particular. Es decir, nos lleva a vivir, en lo concreto, según Dios. Por lo tanto, es fácil comprender su necesidad, puesto que no basta saber si una cosa es buena por sí misma, sino que es necesario juzgar si es buena también en las circunstancias presentes, y si es mejor que otra y más propia para el fin que se pretende, que es la gloria eterna, habitar en Su Monte Santo, Su Morada. Todo esto se conoce por el don de consejo.

Así, cuando empezamos el día rezando, pidiendo a Dios que nos enseñe a vivir según su corazón, o cuando empezamos una tarea rezando para que Dios nos ayude a acertar, o cuando ponemos una decisión en las manos de Dios, o cuando nos encomendamos al Señor para tantas cosas concretas de nuestra vida, estamos pidiendo el don de consejo que nos mueve a seguir la voluntad de Dios para mí, aquí y ahora.

Un fuerte abrazo a todos, que Dios les bendiga y la Virgen les proteja.

Padre Josep Vives G.

HNSSC

PD: Para los que quieran complementar, les pongo un texto bonito del papa Francisco hablando del don de consejo.

“A través del don del consejo, es el mismo Dios, con su Espíritu, el que ilumina nuestro corazón, para que comprendamos el modo justo de hablar y de comportarnos en la vida. Debemos preguntarnos, sin embargo: ¿Cómo actúa este don concretamente, dentro de nosotros y en nuestra vida? ¿Y cómo podemos escucharlo y seguirlo?

En el momento en el que lo acogemos y lo albergamos en nuestro corazón, el Espíritu Santo comienza enseguida a sensibilizarnos a su voz y a orientar nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestras intenciones según el corazón de Dios. Al mismo tiempo, nos lleva cada vez más a dirigir nuestra mirada interior hacia Jesús, como modelo de nuestro modo de actuar y de relacionarnos con Dios Padre y con los hermanos. El consejo, entonces, es el don con el que el Espíritu Santo capacita nuestra conciencia para hacer una elección concreta en comunión con Dios, según la lógica de Jesús y de su Evangelio. De este modo, el Espíritu nos hace crecer interiormente. La condición esencial para conservar este don es la oración, siempre volvemos a lo mismo: la oración. Es muy importante la oración. Rezar. Rezar las oraciones que todos nosotros sabemos desde pequeños, pero también rezar con nuestras palabras, rezar al Señor: ‘¡Señor, ayúdame! ¡aconséjame! ¿Qué debo hacer ahora?’. Y con la oración hacemos espacio para que venga el Espíritu y nos ayude en ese momento, nos aconseje sobre lo que todos debemos hacer. La oración ¡nunca olvidéis la oración! ¡Nunca!

Rezar para que el Espíritu nos dé este don del consejo. En la intimidad con Dios, en la escucha de su Palabra, poco a poco ponemos a un lado nuestra lógica personal, que viene muchas veces de nuestra cerrazón, de nuestros prejuicios, de nuestras ambiciones y aprendemos, sin embargo, a preguntar al Señor: ¿Cuál es tu deseo? Pedir consejo al Señor y esto lo hacemos con la oración. De este modo madura en nosotros una sintonía profunda, casi connatural en el Espíritu y se experimenta qué ciertas son las palabras de Jesús recogidas en el Evangelio de Mateo: «No os preocupéis de cómo o de qué diréis, porque se os dirá en ese momento lo que tenéis que decir: de hecho, no sois vosotros los que hablaréis, sino que el Espíritu de vuestro Padre hablará en vosotros» (Mt 10,19-20). Es el Espíritu que nos aconseja, pero nosotros debemos darle espacio, espacio al Espíritu para que nos aconseje. Dar espacio es rezar. Rezar para que él venga y nos ayude siempre.

(Audiencia general del 7 de mayo de 2014)

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