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Saludo Miércoles 15 de Julio

Queridos profesores y familias del colegio:

Preparándonos para la fiesta de la Virgen del Carmen, quiero recordar lo que escribió Don Bernardo O’Higgins Riquelme: “El Estado de Chile es deudor a la protección de la Madre de Dios,
bajo la advocación del Carmen, de la Victoria de Maipo. Ella lo salvó del mayor peligro en que jamás se vio”. Noviembre 18 de 1819, Palacio Directorial (Proclama sobre la construcción de un
templo a la Virgen del Carmen en Maipú. Gaceta del 20-XI-1819. Archivo O’Higgins Tomo XIII, pág. 199).
Y también lo que dijo Don José de San Martín: “La decidida protección que ha prestado al Ejército de Los Andes la Patrona y Generala, Nuestra Madre y Señora del Carmen, son demasiado
visibles. Un cristiano reconocimiento me estimula a presentar a dicha Señora el adjunto bastón, como propiedad suya, como distintivo del mando supremo que tiene sobre dicho ejército” (Carta de San Martín al Reverendo Padre Guardián del Convento de San Francisco de Mendoza. Agosto 12 de 1818).
Así podemos concluir que es por esto que, en la Bandera Nacional, la solitaria estrella que resalta en un fondo azul, ha sido interpretada como la silenciosa presencia de María en nuestra historia. Y en esta hora tan difícil de nuestra historia les invito a rezar:

    «¡Oh tú que te sientes lejos de la tierra firme, arrastrado por las olas de este mundo, en medio de las borrascas y de las tempestades, si no quieres zozobrar, no quites los ojos de la luz
de esta Estrella, invoca a María!
      Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la Estrella, llama a María.
Si eres agitado por las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la Estrella, llama a María.
      Si la ira, o la avaricia, o la impureza impelen violentamente la navecilla de tu alma, mira a María.
      Si, turbado a la memoria de la enormidad de tus crímenes, confuso a la vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado a la idea del horror del juicio, comienzas a ser sumido en la sima del suelo de la tristeza, en los abismos de la desesperación, piensa en María.
      En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud.
      No te extraviarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en Ella piensas. Si Ella te tiende su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía; llegarás felizmente al puerto, si Ella te ampara” (San Bernardo).

Que el Señor les bendiga y les cuide.

Padre Javier Jaurrieta G. HNSSC

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