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La Misa del Domingo

Muy queridas familias del Colegio.

En la situación que estamos viviendo se ha dispensado de la obligación del precepto dominical mientras duren las circunstancias actuales, con lo que en nuestras familias ocurre como que falta algo en la celebración del Domingo como Día del Señor. Esta “ausencia” de eucaristía, creemos que es un momento muy importante para aprender a valorarla más firmemente como centro de nuestra vida, y reflejarlo en nuestras posteriores decisiones como familia.

No tener “ni holocausto, ni sacrificio, ni ofrenda, ni incienso, ni un lugar donde ofrecer primicias para obtener misericordia” (Dan 3 ,38) ha de producir en nuestras almas esa nostalgia que nos refleja el salmo 136: “Junto a los canales de Babilonia nos sentábamos a llorar con nostalgia de Sion,(…) Mi lengua se me pegue al paladar si de Ti no me acuerdo…” y ha de acrecentar nuestra sed de Dios. “Como la cierva anhela las corrientes de agua… así mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Salmo 41)

Y aunque por las circunstancias actuales no podamos celebrar la santa Misa de manera pública, no renunciemos a dedicar el domingo al Señor, buscando tiempos de oración en familia, valorando el silencio y la quietud que nos dispone al encuentro con el Señor y haciendo la fiesta correspondiente al recuerdo de la resurrección de Cristo. Y cuando nuestros niños pregunten  (o aunque no lo pregunten) por qué no hemos ido a Misa, explicarles el deseo inmenso que embarga nuestras vidas y que cuando acabe este tiempo tan extraño podamos cantar con júbilo “que alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor”, (salmo 121) para celebrar la santa Misa en esa presencia física que no puede ser sustituida por ningún otro modo de celebrarla.

Queremos asegurarles que cada día los sacerdotes del colegio ofrecemos, privadamente, el fecundo e infinito valor del Sacrifico de la Misa por todas sus intenciones, en ese silencio y soledad que tan bien comprende la Iglesia en la vida contemplativa y que llevó a la joven carmelita Teresita de Lisieux , a ser patrona de las misiones en el mundo entero, en el ofrecimiento de su vida y sin salir nunca del convento.

No nos desanimemos, aprovechemos esta providencia de Dios para reordenar nuestras vidas en torno a los bienes que no sucumben bajo virus, pandemias y plagas sino que permanecen anclados en la roca que es Cristo.

Con nuestra bendicón

 

Padre Javier Jaurrieta G.

HNSSC

 

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