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Diciembre 2017

Llegamos al mes de Diciembre donde concluimos las actividades académicas y nos disponemos a un merecido descanso. Pero antes de terminar nos quedan muchas cosas que vivir y grandes regalos que recibir, ya que al final del tiempo escolar se reciben los frutos sembrados con esperanza y regados con alegrías y sufrimientos por los profesores en los corazones de los jóvenes que la Providencia nos encomienda.

Parece que le colegio se va quedando desierto, ya los alumnos de IV° Medio dieron su PSU y aparecen por el colegio como exalumnos, donde son recibidos con cariño por todos los profesores. Al mismo tiempo los alumnos de II° Medio están en el viaje de estudios y muchos cursos celebran sus paseos de fin de año como agradecimiento por el año vivido y en amistad con los compañeros que nos han acompañado.

Nos preparamos para la solemne ceremonia final, donde vivimos la alegría de una nueva generación que egresa del colegio para ser testigos de la verdad que les ha iluminado y con la fuerza de esa verdad conquistar un mundo para Cristo.

Aprovechamos las fechas para celebrar los campamentos de verano, en los que, gracias a la generosidad de varias familias del colegio, más de doscientos alumnos y exalumnos siguen conviviendo, formándose y creciendo en la piedad y devoción al niño Dios.

No podemos dejar de decir a todos los miembros de la familia la grave responsabilidad que en este tiempo de elecciones tenemos de tomarnos en serio nuestra responsabilidad civil para defender los valores irrenunciables que como católicos en la comunidad política estamos obligados. Una acción activa, responsable y coherente que sea capaz de vencer nuestras comodidades y egoísmos para trabajar por el bien de la Patria.

Y por fin, dirigir nuestros ojos al gran misterio que celebramos en la Navidad para llegar a postrarnos en el pesebre. Como nos dice san Bernardo: “Con razón, pues, impulsados por vuestra fe, cuando os llegó este mensaje, saltasteis de gozo, disteis gracias, os echasteis por tierra en adoración, apresurándoos a cobijaros como a la sombra de sus alas y esperar al calor de sus plumas. Todos vuestros corazones, nada más oír que nacía el Salvador, gritaban rebosantes de júbilo: Para mí lo bueno es estar junto a Dios. Más aún, os identificabais con las palabras del profeta: Descansa sólo en Dios, alma mía.”

 

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