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Saludo Miércoles 10 de Junio

Queridos profesores y familias del colegio:

San Ignacio, en la contemplación para alcanzar amor, nos invita a pedir la gracia del conocimiento interno de tanto bien recibido, para que “yo enteramente reconociéndolo, pueda en todo amar y servir a su divina majestad”.

De tal manera que todo nuestro hacer y padecer diario se convierta en un reconocimiento interno de un amor que no duerme «porque no duerme ni reposa el guardián de Israel» (Salmo 21).

Esto es lo que han vivido los santos, gente del mismo barro que nosotros, pero enamorados del Señor. Este texto que san Ezequiel Moreno, obispo misionero en Colombia, escribe durante sus caminatas para visitar a sus sacerdotes y fieles por los montes, nos lo enseña bellamente:

“¡Jesús de mi alma! ¿Qué hago para amarte mucho? Dime, bien mío, dime… ¿qué hago? ¿Por qué, buen Jesús, por qué no obras el prodigio de matarme de amor hacia ti? ¡Ven, Jesús mío, ven y sacia mi pobre alma! ¡Ven, y andemos juntos por estos montes y valles cantando amor! ¡Que yo oiga tu voz en el ruido de los ríos, de los torrentes, de las cascadas! ¡Que me llame hacia ti el suave roce de las hojas de los árboles agitadas por el viento! ¡Que te vea, Bien mío, en la hermosura de las flores! ¡Que los ardientes rayos del sol de la costa sean fríos, muy fríos, comparados con los rayos de amor que me lance tu corazón! ¡Que las gotas de agua que me han caído y me caigan sean pedacitos de tu amor que me hagan prorrumpir en otros tantos actos de amor! Que mi sed, y mi cansancio, y mis privaciones, y mis fatigas sean… ¿qué, amor mío, qué han de ser? ¡Ah!, ya lo sé, y tú me lo has inspirado. Que sean suspiros de mi alma enamorada, cariños, ¡amor mío!, ternuras, afectos, rachas huracanadas de amor, ¡pero loco… Jesús mío, loco! ¡Te lo he pedido tantas veces!… ¿Cuándo, mi Jesús, cuándo me oyes? ¡Ah! ¡Te amo de todos modos! Sí, Jesús mío, de todos modos, te amo.»

      Dios nos conceda a cada uno de nosotros vivir este reconocimiento interno de tanto bien recibido, en medio de esta pandemia, para que con gozo cada suspiro de nuestra alma, en la casa, en el teletrabajo, encerrados en el tedio de un horizonte sin días, sirva para demostrar un amor loco por el Señor, que me amó y se entregó por mí.

 

Padre Javier Jaurrieta G. HNSSC

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