Diciembre 2019
Dirigimos nuestros ojos al gran misterio que celebramos en la Navidad para llegar a postrarnos en el pesebre. Como nos dice san Bernardo: “Con razón, pues, impulsados por vuestra fe, cuando os llegó este mensaje, saltasteis de gozo, disteis gracias, os echasteis por tierra en adoración, apresurándoos a cobijaros como a la sombra de sus alas y esperar al calor de sus plumas. Todos vuestros corazones, nada más oír que nacía el Salvador, gritaban rebosantes de júbilo: Para mí lo bueno es estar junto a Dios. Más aún, os identificabais con las palabras del profeta: Descansa sólo en Dios, alma mía.”
Cuidemos el ambiente de las familias en este tiempo, que la venida del niño Dios no pase desapercibida. Dispongamos nuestros corazones y nuestras casas para celebrar la Navidad, porque la fiesta es expresión de la alegría que impresiona a todos los que la celebran, penetra en los corazones y, con la celebración litúrgica, se convierte en parte de nuestra vida.
Comienzan también las vacaciones, donde esperamos el merecido descanso que reponga nuestros cuerpos y nuestros corazones y los disponga a seguir en la entrega cotidiana.
¡Felices vacaciones!